Con el paso de los años, el hormigón se ha convertido en una de las representaciones más icónicas de la modernidad, no solo por su presencia arquitectónica, sino también por ser el material de construcción (creado por el ser humano) más abundante de la historia del planeta, y el segundo más consumido después del agua. Debido a sus características y propiedades, ha contribuido a materializar, más que ninguna otra sustancia, las aspiraciones de la modernidad para las cuales aún no existe un sustituto, tales como rascacielos, puentes, túneles, entre otros.
Su producción ha contribuido al calentamiento global, participando con aproximadamente el 8% de emisiones de dióxido de carbono a nivel global, además de generar un importante impacto medio ambiental debido a la extracción de recursos naturales necesarios para su fabricación, tales como áridos y agua.
El hormigón, material que está en constante contradicción entre sus beneficios y desafíos, se ha posicionado como un candidato idóneo para determinar el origen estratigráfico del Antropoceno, nombre propuesto para identificar una nueva época geológica donde el humano pasa a ser una fuerza geológica dominante capaz de transformar su entorno, e incluso, ir en contra de su propia existencia.
En este reportaje, junto al antropólogo y académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Cristián Simonetti, se aborda una mirada antropológica y geológica del hormigón como material que participa activamente en el entendimiento de la modernidad, invitando a reconsiderar cómo percibimos y utilizamos este material en la actualidad. Para ello, debemos entender qué es el Antropoceno en primer lugar y cómo el hormigón forma parte de esta narrativa.
Fotografía: muro de hormigón armado y su entorno.
¿Qué es el Antropoceno?
A modo de contexto preliminar, el concepto de Antropoceno fue propuesto por primera vez en el año 2000 por el químico atmosférico Paul Crutzen y el ecólogo Eugene Stormer, para referirse a la actual época geológica que reemplazaría al Holoceno, época que data del último periodo glacial donde habrían florecido las grandes civilizaciones a lo largo de Eurasia y América, hasta la actualidad.
Ocho años más tarde, los geólogos tomaron este concepto argumentando que se han producido diversos hitos y cambios que justificarían el inicio de una nueva época donde las actividades humanas han tomado protagonismo generando un impacto significativo sobre los ecosistemas terrestres. Frente a estos indicadores, la comunidad científica se vio en la necesidad de identificar trazas estratigráficas que sean isocrónicas, es decir, que estén en un mismo tiempo y que estén relativamente bien distribuidas a nivel global.
Dentro de las propuestas que se han planteado en la comunidad científica, está la “prueba Trinity” ocurrida el 16 de julio de 1945 en Estados Unidos, correspondiente a la primera explosión de un arma nuclear en la historia. Su impacto fue planetario, marcando una traza geológica de radioactividad. Otro candidato para datar el inicio de esta época es la invención del motor a vapor por el escocés James Watt, lo que representaría el inicio de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. El impacto producido por las emisiones de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero que comenzaron a generarse en esta época, sería un antecedente que quedaría grabado en los testigos de hielo.
Sin embargo, existe otro candidato que marcaría el inicio de la época del Antropoceno: el hormigón, material conformado a partir de materias primas fosilizadas como la piedra caliza, áridos que se han formado a través de extensos periodos de tiempo, y agua (también podemos mencionar otros materiales presentes en los diversos tipos de hormigones, como por ejemplo las puzolanas o materiales extraídos de residuos industriales que también contienen en sí mismos una huella geológica).
En proporciones adecuadas, la mezcla de los elementos anteriormente mencionados, forman el hormigón, una piedra sintética con propiedades que han destacado más por su estado endurecido, como la durabilidad, resistencia e impermeabilidad, que por su estado fresco. Su propia composición como material cementicio, y su amplia presencia en el mundo, serían indicativos de que estamos ante una traza geológica reciente en la historia del planeta.
Para el académico Cristián Simonetti, la geología tiene el gran desafío de “repensarse a sí misma, porque esta es la primera vez -primerísima vez-, que la geología está tratando de trazar una época geológica tan cercana al presente, algo que nunca se había hecho, ya que el Holoceno tiene por lo menos 12.000 años”. En segundo lugar, es fundamental considerar que el Antropoceno sería una época geosocial, no sólo geológica, donde por primera vez emerge una especie que, a pesar de generar cosas que valoramos como excepcionales, tales como cultura y lenguaje, es capaz de extinguir a otras especies masivamente, poniéndose en riesgo a sí misma.
La huella geológica del hormigón: el pasado
En el siglo XIX, Joseph Aspdin patentó en 1824 el cemento Portland, lo que marca un hito en la forma de concebir el hormigón moderno versus el hormigón del tiempo de los romanos. “Aspidin bautizó al hormigón como una ‘roca artificial’, y es básicamente lo que hace hoy la industria: generar una roca sintética que es al mismo tiempo geológica y humana. Su presencia en el entorno construido, convierten al concreto en un testigo silencioso de nuestra historia, un indicador de los cambios en la forma que habitamos y nos vinculamos con el planeta”, enfatiza Cristián Simonetti.
Para la antropología, entender al hormigón desde su huella geológica, como una piedra sintética producto del curado de materiales formados a través de un extenso periodo de tiempo, es lo que permite repensar al hormigón como parte de una historia planetaria que sigue operando en el presente. Para el académico Simonetti, ver al hormigón desde este prisma, es poder entenderlo desde su “ciclo vital, es decir de manera continua con la historia geológica del planeta y por tanto más allá de la lógica puntuada que suele entender a los edificios partiendo con su creación, hasta su demolición”. Más allá del énfasis en el diseño, en ingeniería y arquitectura, hay que abrir la mentalidad de quienes confeccionan el habitar humano contemporáneo y futuro a la historia profunda (geológica) de los materiales de construcción que componen dicho diseño. Entender por ejemplo, el tiempo que tarda en formarse la piedra caliza, los áridos, puzolanas, otros materiales cementicios e incluso el ciclo del agua, cambiaría la manera de interpretar el rol del hormigón entendiendo que todos estos materiales tienen un ciclo de formación de miles y miles de años.
El habitar en el hormigón: el presente
Desde la antropología, se observa cierta tendencia en Occidente en pensar que nosotros como seres humanos trascendemos la naturaleza, y el hormigón es un material que en algún sentido consume esa narrativa.
Cristián Simonetti
Académico UC
El hormigón moderno, se ha perpetuado en la consciencia social por sus cualidades en torno a la durabilidad y resistencia. Un material con un alto nivel de dureza que refleja la fuerza y la permanencia en el tiempo. Para el antropólogo Cristián Simonetti, es importante analizar cómo el hormigón ha sido utilizado en la industria preferentemente con formas ortogonales, líneas rectas y perfectas, las que tienden a oponerse a la naturaleza, distanciándola de lo construido. De cierto modo, el hormigón ha estado en tensión constante, “entre aquello natural y artificial, geológico y humano, orgánico e inorgánico, sólido y fluido”, comenta Simonetti. En este sentido, apropiarse de las posibilidades del material en estado fresco, permitiría conocer cómo el hormigón puede adaptarse a diversos moldajes con perspectivas nuevas desde la arquitectura o la ingeniería.
El hormigón, es por tanto un material que debiese pensarse más allá de una sola narrativa. Pensarlo solo como un material eterno o de gran durabilidad y resistencia, que no es parte de la historia de la naturaleza, es ir en desmedro de su origen, eliminar de la ecuación su huella geológica y no considerar la química que internamente sucede en el hormigón, cualidad que los romanos valoraban ampliamente.
Fotografía: escalera de hormigón armado con formas ortogonales
Cristián Simonetti
Académico UC
De acuerdo con el profesor Cristián Simonetti, existe un factor clave al momento de pensar lo que tenemos, donde habitamos, lo que comemos, o por donde transitamos. La mayoría de las personas no caza su alimento, no lo cultiva, ni lo recolecta. Más bien son adquiridos desde algún supermercado, feria o similar, y este simple acto es muy propio de la modernidad. Lo mismo ocurre con nuestros materiales de construcción, ya que la gran mayoría no sabe cómo se produce en este caso el cemento y el hormigón. No sabemos o no estamos conscientes de dónde proviene el agua que se utiliza para estos procesos. Tampoco sabemos de dónde proviene el agua que bebemos.
Una nueva narrativa con el hormigón: el futuro
La modernidad ha tenido una narrativa predominante que posiciona al ser humano en un escenario ajeno a lo que sucede en su entorno, y en parte, es esta narrativa la que nos ha llevado a la crisis medioambiental actual. Por este motivo, la propuesta desde la antropología está en pensarnos en continuidad con la naturaleza, no por la capacidad de apropiarnos de ella, sino para entender que pertenecemos a ella como cualquier otra especie.
Cristián Simonetti
Académico UC
La invitación es, por tanto, repensar el hormigón desde toda su historia evolutiva, comprender el origen geológico de sus componentes, entender sus propiedades e interiorizar en las personas que es parte de la naturaleza, no en oposición a ella. Al ser una piedra que pasa de lo sólido a lo fluido, dicha viscosidad puede convertirse en una oportunidad para las construcciones del futuro, conectándose de forma más consciente con el entorno y sus necesidades. En este aspecto, la arquitectura tiene un rol fundamental para enfrentar este desafío, en la búsqueda de nuevas narrativas que manifiesten lo que somos como especie respecto a nuestro entorno.
Leer más sobre esta temática en: Un "futuro concreto" para la arquitectura en el Antropoceno, escrito por Cristián Simonetti.
Autora: Valeria F. Moraga D.